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Arquitectos: Di Frenna Arquitectos
- Área: 475 m²
- Año: 2024
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Fotografías:Lorena Darquea
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Casa Amankay se revela con calma. Unas escalinatas de piedra ascienden entre la vegetación, marcando el ritmo de la llegada. El entorno invita a avanzar despacio. A la derecha, un árbol alto y frondoso impone presencia; al lado opuesto, un volumen vertical parece responderle, sosteniendo un equilibrio callado. La arquitectura se presenta con claridad, pero encuentra en la sombra y la vegetación una forma más amable de aparecer.
Desde afuera, el volumen se lee como una secuencia horizontal. Una franja de concreto aparente recorre toda la fachada y, junto con la losa del techo, encuadra la planta alta como si estuviera contenida entre dos planos. Esa línea no es únicamente soporte; aloja jardineras anchas que recorren el frente, replicando el trazo estructural con vegetación. Como si la casa devolviera parte del terreno que ocupa. El gesto es firme, pero no rígido.
Adentro, la primera pausa la marca la escalera. Hecha de acero y madera, flota en el espacio con un carácter casi escultórico. Bajo ella, un cajete de piedra suelta insiste en jalar hacia adentro lo que sucede afuera. Un ventanal de doble altura enmarca el follaje exterior, y la vegetación parece entrar, difusa, filtrándose sutil entre los reflejos. La luz cambia con las horas, proyecta sombras irregulares, revela texturas en los muros, y filtra el verde de las hojas sobre superficies grises y rugosas.
La materialidad, en conjunto, refuerza el carácter contenido de la casa: concreto enduelado, piedra y acero marcan la estructura y la atmósfera, mientras que la madera —en puertas, plafones y mobiliario— suaviza sin desentonar. Todo permanece dentro de una paleta neutra, monocromática, que resalta lo que cambia: la vegetación, la luz, el aire que se mueve entre los patios.
Hacia el fondo, un patio organiza las áreas comunes. La cocina y la terraza se conectan por completo con el exterior, y un par de escalones bastan para que esta última adquiera un aire más íntimo, sin aislarse. Todo está contenido por vegetación: una barrera viva que sustituye al muro, que permite mirar pero no ser visto.
La planta alta, más reservada, alberga las habitaciones. Aquí, la intimidad convive con la presencia constante del verde, que se filtra a través de cada ventana y terraza. Las habitaciones se abren sin intermediarios a patios o terrazas, fortaleciendo la relación con el entorno. La naturaleza entra por donde puede, y la casa no se opone.
Casa Amankay se levanta con firmeza, desplegando sus volúmenes en un diálogo contundente con el sitio. Es una presencia sólida y definida que afirma su lugar sin necesidad de disimulos, mostrando su carácter y arquitectura con honestidad.
